¿Qué tanto te puede hacer sufrir un dólar? No mucho, a menos que enganchen uno a un anzuelo y lo jalen por la calle mientras lo persigues ilusionadamente para toparte con los bromistas y salir con el alma hecha pedazos. Creo que eso sería todo pero recuerdo hace muchos años que fui a Tucson y me quedé en un hotel con unos primos. Me empezó a dar hambre pero de comer las pendejadas que venden en Estados Unidos (Aquí también pero allá las venden de formas graciosas y refinadas) así que me fui a una máquina de comida chatarra. Vi mi objetivo: Unos doritos nachos de como 1 dólar o menos, no recuerdo, el caso es que cuando metí el pinche billete me lo regresaba por que estaba más arrugado que la fregada... Respiré profundo, traté de plancharlo con la mano y lo volví a meter pero la máquina me lo devolvió otra vez, en eso pensé "puta madre que hueva" y me fui a sentar cerca de la alberca que aunque el clima estaba como para suicidarse del frío, el agua estaba hirviendo bien agusto. Al estar en la alberca (Que no me metí pura madre por que sí, muy caliente el agua pero y si saco los pies, ¿Se me ponen chuecos? ¿O eso nomás pasa en la cara? Bueno no creo que pase en los pies... mmmm... ah sí!: ) me puse a meditar la situación y una voz dentro de mi me dijo:
voz: Oyeme pendejo como vas a dejar que un dólar te gane? ¿Dónde está el mexican pride pues? ¿Qué no ves las luchas? ¡Se me hace que eres puto!
yo: ¿Quién eres? ¿Qué pedo?
voz: Soy tu conciencia, o sea, Jose Alfredo Jimenez (????)! No te estés haciendo el pendejo y ve a partirle su madre a ese dólar
yo: No mames, ¿Jose Alfredo Jimenez es mi conciencia?
Jose A. Jimenez: Cállese el hocico y vaya a desarrugar ese billete!
Decidí hacerle caso a mi conciencia y volví a la máquina (Que acabo de descubrir, bueno, no descubrir si no afirmar que se llaman máquinas expendedoras) con toda la furia del mundo, enseguida de la máquina siempre estaba un hippie con una hackie, su mochila y unos shortsitos bien concentrado pegandole patadas y siempre me sonreía el muy desgraciado. Total llegué a la máquina y volví a intentar pero lo devolvió...
1 hr con 20 min después*
Ahí estaba yo incado frente a la máquina con el billete en la mano y la frente llena de sangre de tanto pegarme cabezazos contra el vidrio de la máquina, tratando de que el pinche dólar quedara tan recto como para entrar en el tan especial gusto de la expendedora y fue cuando la voz volvió a mi cabeza:
Jose A. Jimenez: ¿No mames ese pinchi greñudo quien se cree? Ah! Eyt! Ya te vi, cabrón! No la haces contra el billete!
yo: Pero Jose Alfredo! Está bien arrugado!
Jose A. Jimenez: Vuelves a decir eso y te caigo a patadas, puto! ¿Para qué sirven las planchas, grandísimo animal?
yo: !!!!!
Entré al cuarto del hotel hecho la madre buscando una plancha... Obviamente no la prendí y le pegué la planchada de su vida al billete, todavía lo puse abajo del colchón un rato, creo. Volví y el billete entró, sí! Entró!
ENTRÓ!
Puse el código de los doritos y esperé con ansias mi tesoro, serían los doritos más buenos de toda mi vida! Mientras salían me puse a ver al hippie que todavía estaba desde la mañana pegandole a la hackie y en eso escuché el golpe de la felicidad: Cayó la bolsa. Ilusionado voltié y metí la mano a la máquina, saqué la bolsa y eran unas galletas de avena
UNAS GALLETAS DE AVENA
No pues chinga tu madre, pensé. Me comí como dos a huevo y después me enojé, las tiré en dirección aleatoria y le tumbé la hackie al hippie (jajajajajaj).
Me dio mucha pena en el momento
PD: No, no puse mal el código PURA VERGA!
martes, 10 de junio de 2008
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